martes, 25 de agosto de 2009

GUARDE SU DISTANCIA





DIÓGENES ES DIÓGENES

“Si no fuera Alejandro desearía ser Diógenes”
Alejandro Magno

La figura de Diógenes de Sínope o “el cínico” (403 a.c) ha tenido que inventarse, ya que nada escribió en vida. Su figura ha sido el modelo de una moral de resistencia. Crates, su discípulo, cultivó su lenguaje sarcástico e irónico. Bión de Borístenes también defendió su cinismo e introdujo la forma literaria conocida como “la diatriba”, que es un discurso ético de tono violento e injurioso. Para el año III d.c un compilador y biógrafo, Diógenes Laercio reúne en su obra: “Vidas y opiniones de los más ilustres filósofos griegos” detalles y anécdotas de Diógenes, de otros cínicos y de otras escuelas griegas. En el renacimiento Rafael en su obra; “La Escuela de Atenas” lo reproduce en la pintura leyendo con parsimonia recostado en unas escaleras con apenas unos harapos que le cubren el vellón. Diógenes era el ser marginal que rehusaba a ir por el camino del rebaño, su vida era filosofar, no saber, sólo pensar. Meditatio.
Goya lo dibuja como paria o mendigo, en su obra intitulada “Por no trabajar”, Manet en “El filósofo” lo muestra de sombrero, barba menuda, capucha y semblante meditativo, John William Waterhouse lo presenta como ese desarraigado, de escaso ropaje cuya casa era un barreño o tonel, rodeado de perros, el sabio decía : “son como mis mejores amigos”. Famoso por sus acciones, chistes, frases o cinismos, es una de las figuras más rebeldes de la imaginería occidental, reconocido por su picardía e ironía verbal, apoyado en su visión “cosmopolita”, la cual tenía como idea tener el sentimiento cínico de pertenecer a una comunidad de la naturaleza (cosmos) más que a una determinada comunidad social (polis).
En una ocasión alguien le dijo: “te dedicas a la filosofía, y nada sabes”, a lo cual el sabio contestó “aspiro al saber, y eso es justamente la filosofía”. Rechazó las normas morales del momento, vivió sin lujos ni ostentaciones, pregonaba por la vida austera y ascética, practicó y promovió el incesto y el canibalismo. Para Diógenes la virtud recaía en la autosuficiencia, la autarquía, la sinceridad y libertad de palabra, el regreso a la vida natural, dormía en donde le caía la noche, no se bañaba, la comida se la tragaba cruda, hacía sus necesidades fisiológicas y genésicas en la calle, a la vista de todos, sometía el placer, repudiaba la música, la ciencia y el arte, tenía el propósito de vivir diferente, de una manera ascética como los grandes iluminados, Zoroastro, Sócrates, San Pablo o como el anacoreta Marco el Ermitaño.
Fue de los pocos discípulos de Antístenes de Atenas, quien en el siglo IV fundó la escuela cínica, como un grito de desprecio en contra de las convenciones sociales. La escuela cínica fue llamada así por la zona que frecuentaba Antístenes conocida como el gimnasio de “cinosargos” que quiere decir: el perro blanco o el mausoleo del perro. Funcionaba como un área delimitada a manera de ghetto para los inadaptados, bárbaros e in-civilizados. Los cínicos de Cinosargo o “kynosarge” eran llamados en griego “kynykos” que eran los “perros”.
Los cínicos procuraban con risa y sarcasmo la provocación moral para despertar a sus contemporáneos, forzándolos a reflexionar. La escuela tenía como ideal o modelo a Hércules, vestían con poca ropa y pregonaba el ejercicio físico y mental, le decían Antístenes “el desvergonzado”, nada tenía, sólo su cinismo, y su defensa por esta nueva raza de individuos, agitadores, provocadores por su agudeza mental, que vivían sin apego a nada ni nadie, sin familia, en su mayoría eran desterrados o exiliados. Fue el humor cínico lo que despuntó en una desmoralización cultural, en donde los cínicos pregonaban el “nada es de nadie porque el mundo y la naturaleza no tiene dueño, lo tuyo es mío y lo mío es de todos, el sabio es autosuficiente, pues también son suyos los bienes de los demás”, decía Antístenes.
Si bien Diógenes no es fundador de la escuela filosófica de los cínicos, su nombre es el más sonado y no por mérito azaroso ni literario, sino por su incomparable personalidad, provocadora e irreverente. Diógenes “el cínico”, ha sido el anti-modelo de la cultura occidental por la trascendencia de su abierta franqueza y sarcasmo con que enfrentaba y atacaba los comentarios que se le hacían o que él mismo inventaba para burlarse de las muchedumbres; “Qué hacer cuando se ha recibido una bofetada?” le preguntaron, “ponerse un casco” respondió. Viendo pasar a una mujer acostada en una rica litera apuntó: “No es ésta la jaula que le conviene a esta bestia”. Al hijo de una prostituta que arrojaba piedras contra la muchedumbre, aconsejó: “Ten cuidado, no hieras a tu padre”. En su tiempo fue admirado y respetado, de él sólo se oían maravillas. En una ocasión Alejandro Magno al encontrarse con el “sabio”, éste le corrió de su presencia, al oír sus lascivas intenciones: “pídeme lo que quieras”, a lo que el filósofo dijo: “apartate de mi sol”. Francisco de Quevedo en su romance “Visita de Alejandro a Diógenes”, abre un diálogo entre los dos personajes literarios, que a su vez en la obrita inmolan el evento histórico, dice Diógenes: “Nadie me envidia la mugre, como a ti el oro y la plata; en la tinaja me sobra y en todo el mundo te falta”. Dicen que Alejandro, recordó siempre al filósofo, quizá por las presiones de hombre importante, Alejandro Magno envidiaba este carácter altivo, ácido y despreocupado del filósofo, en el mismo romance Alejandro se queja: “A no ser Alejandro, quisiera tener el alma de Diógenes, y mis reinos diera yo por sus lagañas”. Su crítica a la moral de la época y en especial a los políticos, fue lo que cultivó la figura del sabio, su moral era la de una moral de perros, morder y ladrar a los desconocidos, vivir sin techo alguno, como perro de la calle, mantener una moral de piedra. La escuela cínica fue la primera auto-crítica al egocentrismo, al consumo de los bienes, a la urbanidad, y al enajenamiento del poder. La legendaria figura del desarraigado, del extranjero, tiene una primera huella en la vida del filósofo.
Su moral irradiaba una actitud en contra de la polis y del gobierno, la cual practicó desde su destierro de Sínope su lugar natal, en donde por órdenes del Oráculo hizo junto con su padre hoyos a las monedas con un punzón, como sabotaje al uso de la moneda. Su padre fue encarcelado y él fue desterrado “Ellos me condenaron a irme, pero yo los condené a quedarse”. Nada queda de las obras del filósofo sólo los chistes y anécdotas que recogieron sus discípulos, Menipo en su libro “La virtud de Diógenes” cuenta como el sabio en una ocasión fue hecho prisionero y puesto en venta. Intentó siempre hacer lo contrario que hacía todo el mundo, vivió como pedagogo practicó la prerrogativa de vivir conforme la naturaleza y practicar la unión libre.
Diógenes vivió hasta su vejez y como portavoz del descontento repudiaba la moral que profesaban en las ciudades griegas, su humor cínico era una acción que explotaba en una crítica irónica a las actitudes de los ricos. Convertido en leyenda su vida transcurrió de la manera más ascética, y animalizada, desnudo, comiendo lentejas, rodeado de perros, iba con su zurrón al hombro, caminando de día con una linterna en la mano diciendo: “Busco a un hombre”. Buscaba al hombre nuevo, el hombre austero, al original, al natural. Todavía en Sínope se levantó una estatua en honor, al filósofo. Murió el 327 a.c en Corinto, dicen, que el mismo día que murió Diógenes, también murió Alejandro Magno.

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